sábado, 23 de marzo de 2024

OPERACIÓN SANTA PATRICIA 6.0, MERLUZOS AL PODER (665ª PARTE): EL CASO TSUNAMI.



  Seguimos recopilando las informaciones que la prensa facha quiere seguir ocultando y, que cuando la Operación Santa Patricia los ataca, ellos arrancan. Esta vez, recopilaremos un informe de CIPER, que destapó toda la olla a presión en el llamado "Caso Tsunami", un terremoto judicial que sobrevino después del terremoto natural, ocurrido en el verano de 2010, con toda esta tropa de ineptos.
  En esta investigación de CIPER se reconstruye por primera vez en forma completa, los episodios claves vividos en los principales centros de decisión de la Armada y del gobierno y, que explican la inoperancia de las autoridades en las cinco primeras horas de la tragedia, cuando aún se podrían haber salvado vidas. La magnitud de la inoperancia se grafica en que recién cerca del mediodía del 27 de febrero de 2010, ocho horas después de que llegaran las primera olas a la costa chilena, los marinos del SHOA constataron que en Chile había habido un tsunami. Más grave aún: durante horas esos marinos desoyeron los datos de una mujer experta oceanógrafa que les insistía en que estaban leyendo mal los datos y que era probable que “olas destructivas” llegaran a la costa. La misma advertencia que hizo llegar desde Hawai personal del Pacific Tsunami Warning Center (PTWC) una hora y diez minutos después del terremoto.
  La contraparte civil del SHOA, la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI), no actuó mejor. Los antecedentes reunidos por CIPER muestran que funcionarios claves de ese organismo no comprendían los procedimientos del SHOA y malinterpretaron la alerta enviada por ese organismo. Peor aún, pasadas las 05:00 de ese terrible día, recibieron información de que el archipiélago de Juan Fernández había sido arrasado por un tsunami. ¿Por qué no dieron la alerta?. En ese momento aún faltaban dos olas por llegar: 32 personas murieron sin que nadie les advirtiera del peligro. Es por esas muertes que la fiscalía podría acusar de hasta “cuasi delito de homicidio” a funcionarios de la Onemi y de la Armada.
  A continuación, haremos una cronología desde el momento en que se sacudió la tierra, hasta cuando el caregallo recién desnudó la magnitud del desastre en quedó la zona centro sur del pais:

 03:34 horas (TERREMOTO): El jefe de la ONEMI de la Región del Bío-Bío, Jorge Henríquez, le indicó al jefe de turno del Centro de Alerta Temprana de la ONEMI Central, Osvaldo Malfanti que, la intensidad del sacudón en esa zona, fue un Grado X Mercalli, a lo que el Osvaldito le comunicó erróneamente que era un Grado VIII. Ahí, el penquista se enyegüeció tan brígido y le contestó:
-Mira conchetumadre, esto es un terremoto y es grado IX a X.
  Sí, un zangoloteo de esa magnitud, provoca un maremoto y, aquí se destapó la flojera de los que actuaron desde las oficinas de Santiago.
 03:40 horas: José del Carmen Tapia estaba a no más de 20 kilómetros del punto desde donde el jefe regional de la Onemi de Biobío hizo su reporte. Cuando la tierra paró, decidió seguir su instinto y el de la mayoría de sus vecinos: partió a subir el cerro que encajona la Caleta Tumbes, en Talcahuano. Como la mayor parte de los chilenos, los pescadores y algueros de Tumbes estaban incomunicados y sin luz. Pero no necesitaban escuchar autoridades por la radio o verlas por la tele para saber que había riesgo de maremoto. En Tumbes, la tradición oral y la memoria colectiva fueron suficientes.
  El vejete pensó que las primeras olas no eran para tanto, por lo que se devolvió a su casandra para recuperar los cachivaches que tenía. Pero llegó el otro tren de olas que simplemente lo mató. En la confianza está el peligro.
 03:44 horas: “Dios te salve María, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre…”. La desesperada rogativa brotaba convertida en susurros de los labios del capitán del pesquero Pinita, José Ibarra, mientras aguantaba el timón para poner la proa de frente a la mole de agua que se le venía encima. Calculó en unos 15 metros de alto la pared oscura que su nave comenzó a remontar a una velocidad inaudita, succionada por la corriente.
  Eso pasó en Constitución, donde los tripulantes de la nave quedaron con la pálida, al saber que la cosiaca era un terremoto y, con magnitud 8,5 Mw en ese minuto, como indicaron desde Gringolandia. La ola los arrastró mar adentro.
 03:49 horas: En el CAT de la Onemi, el jefe de turno Malfanti y el radioperador López terminaron de ordenar las informaciones de regiones que reportaban percepciones en escala Mercalli. López lanzó los datos por radio a la red de protección civil. Porque se traspapeló producto de la tensión ambiental o derechamente porque alguien lo desestimó, ahí quedó olvidado el urgente reporte de Jorge Henríquez y el registro oficial para la Región del Biobío fue sólo de grado VIII Mercalli.
  Aquí se nota que, las comunicaciones entre Santiago y las regiones afectadas estaban todas cortadas, por lo que los informes que se emitieron, eran todos vagos, inconsistentes y, hasta se podría decir, falsos. En efecto, la intensidad del terremoto en el Bío-Bío, fue finalmente grado IX Mercalli (cuenta también la actual Región de Ñuble).
  Le tocó el turno a Mario Andina desde Valparaíso, el cual escuchó la alerta venida desde el país del Tío Sam, donde le indicaron que el huascazo fue de 8,5 Mw, con epicentro en la costa de Cobquecura y, que había que lanzar la alerta de tsunami entre San Antonio y Pelluhue. Es más, la Isla Orrego fue tragada por el mar y, los veraneantes que estaban allí, ya nada pudieron hacer.
 03:51 horas: El teniente Andina ya estaba listo para lanzar la alerta de tsunami por correo electrónico, fax y radio. De acuerdo con los protocolos que rigen al SHOA, el mensaje debía enviarse en primer lugar a la Onemi, para que ésta difundiera la alerta a la red de protección civil, y en segundo término a la red de comunicaciones Genmercalli, que comunica con 70 receptores de diversas instalaciones navales, portuarias, capitanías de puerto y gobernaciones marítimas.
  Andina ordenó ingresar los datos de magnitud y ubicación que recibió desde Hawai en el sistema computacional TTT (Tsunami Travel Time) que automáticamente arrojó las posibles horas de arribo de las olas a los puntos relevantes de la costa (Arica, Iquique, Antofagasta, Caldera, Isla de Pascua, Coquimbo, Valparaíso, Talcahuano, Puerto Montt, Punta Arenas y Puerto Williams). De inmediato mandó incorporar esas horas de arribo a los mensajes navales que se despacharían por la red Genmercalli y a los correos electrónicos que se enviarían a todos los destinatarios que debían ser advertidos, entre ellos la Onemi. A las 03.51 dio orden de difundirlos.
  Y aquí llegó el gran condoro, donde sólo funcionaron 8 de los 70 receptores y, donde Johaziel Jamett y Paolo Marín, fueron los weones que descartaron de plano el maremoto, creyendo que el epicentro era en tierra y no en el fondo marino. ¿Y la Carmen Fernández?. También andaba con el mismo cuento. Y peor aún, ninguno de los gilipollas que estaba en la ONEMI, eran especialistas, todos eran apitutados políticos.
 03:55 horas: “¡Tata! ¡Tata! ¡Viene el mar… arranque!”. Debby Bastías Domínguez gritaba y golpeaba la puerta de su tío abuelo, Armando del Carmen Domínguez, mientras el agua le pisaba los talones. La niña de 12 años vivía en Caleta Tumbes, pero ese último sábado de sus vacaciones se había quedado a regalonear con su abuela, María del Carmen Domínguez (60), en la pequeña casa de madera donde la mujer vivía sola, en la Caleta Cantera de Talcahuano. El hermano de María, Armando (59), conocido como «Chano», tenía su mediagua al lado.
  Eso hizo que, el clan familiar tuvo que salir disparado al momento del terremoto, cada cierto tiempo tuvieron que salir a ver qué pasaba con el mar y, ya el tsunami dejó una tremenda varazón de botes y lanchas por las calles de Talcahuano. Mientras eso pasaba, en Constitución pasó que, el pescador Mario Quiroz, rescataba a varias personas desde la isla Orrego, en la desembocadura del río Maule, lugar donde 38 personas perdieron la vida.
 04:07 horas: Debby y María del Carmen no pararon de correr y escalar hasta subir por completo el cerro que se levanta a espaldas de la caleta. Desde ahí, junto a otros vecinos, miraron las olas que seguían entrando a Caleta Cantera, Caleta Candelaria y Puerto Inglés. Era un maremoto, pero no tenían cómo dar aviso.
  Mientras eso pasaba en Talcahuano, en Santiago y en Valparaíso seguían con las controversias entre el inepto de Malfanti y el sonåmbulo de Andina. Es más, Victor Sardiña lo terminó enderezando.
 04:15 horas: Apenas Malfanti descartó difundir la alerta, una segunda ola atacó en Pichilemu y una tercera, mucho más feroz que las anteriores, acrecentó el infierno en Constitución. Hugo Barrera fue uno de los que quedó atrapado en Isla Orrego y tras la segunda subida se sumó a los que se encaramaron a los eucaliptos para ponerse a salvo.
  Aquellos que estaban con niños no pudieron subir a los árboles. Su destino dependía de que las marejadas hubiesen cesado. Como improvisado vigía, Barrera fue uno de los primeros que supo que la suerte estaba echada para quienes se quedaron en el suelo junto a sus hijos. Vio la tercera onda asesina apenas nació en el horizonte. Iluminada por la luna, parecía una espada plateada que avanzaba destellante. Según el relato de la “La ola maldita” la vio convertirse en “una masa café, furiosa, veloz” que cuando “tocó la isla empezó a hacer un ruido ensordecedor, un ‘pac, pac, pac’ siniestro e imparable que era provocado por cientos de árboles partidos como fósforos o arrancados de raíz”.
  La ola botó a Barrera y lo entregó a los remolinos que tragaban gente, árboles y hasta las casas de la ribera. Cuando amaneció, sólo seis de los que habían trepado a los eucaliptos seguían encaramados.
  Cuando Barrera luchaba contra el torrente sucio y frío que lo arrastraba y sumergía entre troncos, carpas, botes y gritos de espanto, Malfanti le hizo saber al jefe de gabinete de la Onemi, Pedro Salamanca, que el país no estaba bajo riesgo de tsunami. Salamanca había llegado recién hasta el CAT y él le comunicó al entonces subsecretario del Interior, Patricio Rosende, la primera autoridad política que se apersonó en la Onemi a eso de las 04:15, que el SHOA había descartado el riesgo de maremoto.
  Detrás de Rosende llegó el jefe del CAT, Johaziel Jamett, a quien le reportaron que el SHOA había desestimado el maremoto porque el epicentro fue en tierra. Jamett pidió georreferenciar los datos del epicentro y lo ubicó en un punto entre Concepción y Cauquenes, al interior de la costa. Malfanti, SalamancaJamett Rosende releyeron el fax y lo consideraron confuso, ambiguo.
 04:41 horas: Alrededor de diez minutos después de que una ola destruyera la mitad del pueblito de Bahía Cumberland en el archipiélago de Juan Fernández, el director del SHOA, comandante Mariano Rojas Bustos, preguntó en voz alta desde el centro de la sala SNAM: “¿Cómo estamos para cancelar?”. Rojas interpretó el silencio del teniente Mario Andina y del capitán de corbeta Andrés Enríquez Olavarría como aprobación. Así, dio la orden de que se cancelara formalmente la “alerta de tsunami” que Andina había difundido 50 minutos antes y confirmado por fax, a petición de la Onemi, 34 minutos atrás.
  Rojas puso la cancelación en curso. Se avisó por radio a Onemi a las 04:56 y se despacharon los mensajes a la red Genmercalli a las 05:10. Con ello comenzó a gestarse uno de los episodios más bochornosos en la historia de la Armada de Chile. Hasta ese minuto no había documento que acreditara una falla del SHOA. Pero cuando Rojas dispuso cancelar la alerta, dejó comprometido al organismo técnico naval en la muerte de a lo menos 32 personas que fallecieron en Talcahuano y Dichato arrastrados por olas que llegaron más de una hora después de su decisión.
  La orden del comandante naval dejó en evidencia, además, que el SHOA nunca supo que hasta ese minuto las víctimas del maremoto ya sumaban más de cien. Y lo peor, es que, la unidad especializada de la Armada sólo cerca del mediodía se vino a enterar de que el desastre era uno de los mayores en la historia de Chile.
  A la misma hora en que Rojas tomaba su fatal decisión, Carmen Fernández llegaba a la Onemi. Johaziel Jamett le informó las novedades y dentro de los papeles que revisaron apareció el fax del SHOA de las 04:08. En su declaración, Fernández dijo que lo primero que leyó fue el encabezado: “Alerta de tsunami”. A diferencia de sus subalternos, sopesó con mejor cálculo el tenor del documento. Le dijo al subsecretario Rosende que quizás habría que evacuar. En ese momento, el subsecretario, Jamett y ella, escucharon por radio una comunicación del SHOA: “Descartada probabilidad de tsunami”. La orden del comandante Mariano Rojas se había cumplido.
  Aquí tenemos entonces, al otro weón que la cagó por completo y, que lo tendremos que sancionar con 450 Puestos Bajos. Y además, por ser tan weón, Rojas pasó a retiro.
 05:10 horas: La jefa de la Sección Tsunami del SHOA y oceanógrafa de servicio, Cecilia Zelaya, estaba recopilando en una carpeta todos los documentos de la sala SNAM emitidos y recibidos desde que ocurrió el terremoto. Sólo entonces se percató de que entre los papeles figuraba la cancelación. Hasta ese momento estaba segura de que la alerta seguía en pie. Era la única persona con formación universitaria en oceanografía, además de cursos sobre tsunamis, que a esa hora estaba en el SHOA y nadie le había dicho que el estatus había cambiado.
La oceanógrafa le preguntó al capitán Enríquez por qué se había descartado el riesgo. El oficial le dijo que los mareógrafos indicaban que el nivel del mar tendía a normalizarse. Zelaya lo encontró raro, dada la inusual magnitud del sismo. Además, ella sí sabía que pueden pasar varias horas entre una onda y otra y que las últimas pueden ser peores que las iniciales. Entonces fue a mirar los gráficos de los mareógrafos. Cuando los tuvo al frente, la cara le cambió.
  Zelaya había llegado al SHOA alrededor de las 05:00. Se demoró porque antes de dejar su casa comprobó por Internet el reporte del PTWC, se cercioró por teléfono de que hubiese llegado a la sala SNAM y, aunque la respuesta del cabo Araya fue positiva, de igual modo lo mandó por correo a la oficina. Además, supo que Andina ya había emitido la alerta y a la luz de los datos sísmicos que habían llegado desde Hawai, concordó en que había actuado con acierto. También tardó en salir porque juntó agua en la tina, por si se cortaba el abastecimiento, y porque tuvo que preparar a su hijo pequeño para llevarlo al SHOA, pues no tenía con quien dejarlo. Además, vivía en las afueras de Valparaíso, en Curauma, y condujo su auto con máxima precaución.
  En pocas palabras, la cabra tenía estudios y era capa en la materia. Los otros weones no cachaban nada.
 05:17 horas: El tráfico de las comunicaciones radiales de la Onemi pudo ser grabado a partir de las 05:07. El Laboratorio de Criminalística de la PDI reconstruyó y analizó ese registro, detectando que a las 05:17 la Onemi consultó al SHOA por anomalías en el nivel del mar en Juan Fernández. En la bitácora del SHOA quedó por escrito que a las 05:18 Onemi les comunicó que Carabineros había alertado sobre variaciones de marea en el archipiélago.
  Este registro confirma que recién 47 minutos después de que una ola entrara devastando Juan Fernández, la Onemi y el SHOA tuvieron la primera señal de que algo pasaba en el archipiélago. Entre las 04:20 y las 04:30, una ola había destruido gran parte del pueblo de Bahía Cumberland en la isla Robinson Crusoe, pero a las 05:18 el SHOA informó a Onemi que en Juan Fernández sólo había una variación anómala de 20 centímetros en el nivel del mar.
  Este registro confirma que recién 47 minutos después de que una ola entrara devastando Juan Fernández, la Onemi y el SHOA tuvieron la primera señal de que algo pasaba en el archipiélago. Entre las 04:20 y las 04:30, una ola había destruido gran parte del pueblo de Bahía Cumberland en la isla Robinson Crusoe, pero a las 05:18 el SHOA informó a Onemi que en Juan Fernández sólo había una variación anómala de 20 centímetros en el nivel del mar.
  El cabo Claudio Cárcamo estaba de guardia en la capitanía de puerto de la isla Robinson Crusoe cuando la ola que el SHOA calculó en 20 centímetros entró destrozando el pueblo. Cárcamo aseguró a CIPER que esa madrugada intentó comunicarse con el continente en numerosas ocasiones, por lo que pidió a un colega que le ayudara con el radio. Cuando su compañero se retiró, al pasar por el muelle vio venir la primera subida y trató de avisarle a Cárcamo, pero no alcanzó.
  La segunda ola sorprendió al cabo en la sala de radio. La vio encima, relató, “cuando venía reventando en el muelle y pasando por los postes de luz”. Cárcamo dice que estaba lejos del botón de pánico que debía usar en caso de emergencia y reconoce que no pudo cumplir con su obligación de activar esa alarma para dar aviso a la población. Pero asegura que no fue por miedo, sino porque el agua se lo impidió:
 05:40 horas: Hasta que apareció la Jefa. Sí, Michelle Bachelet comenzaría una jornada en la cual ya tenía un catastro de todo lo que había pasado durante las dos horas y seis minutos de condoros entre el SHOA y la ONEMI, para comenzar con las confusas conferencias de prensa. Ya sabido que, Enrique Larrañaga le aforró una monumental PLR a Mariano Rojas por mandarse flor de numerito al cancelar la alerta de tsunami y, penquear de lo lindo a Mario Andina por amermelado, la Michelle insistió en que, eran variaciones de las olas, cosa que la hundió en la arena política. Ah, y de paso, Hugo Barrera resistió el maremoto en la Isla Orrego, hasta que el agua se lo llevó.
  Luego, llegaron los nuevos condoros que sentenciarían la vida política y administrativa de éstos y otros involucrados.
 06:00 horas: El maremoto llegó a la calle Baquedano de Talcahuano. Las órdenes de Jaime Tohá, de Roberto Macchiavello y de la propia Michelle Bachelet, de volver a sus casandras, fueron fatales y, con cuasidelito de homicidio en la persona de Reinaldo Muñoz y Silvia Larrea, que fueron sumergidos bajo el agua en su casa.
 08:01 horas: Hasta que Rojas habló con la Jefa y, altiro cachamos que los mareógrafos de Juan Fernández dejaron de funcionar cuatro horas antes. Así, se ve la gravedad de los hechos donde estaban involucrados todos los personajes vinculados con el SHOA, con la ONEMI y, con el Gobierno que ya estaba por salir de La Moneda. Al final, todos desfilaron por Tribunales.









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