Siendo teniente postulé a un curso que recién se creaba, denominado “Formación de instructores”. Tuve muchos ramos, incluso de inglés, pero como ya en esa época comenzaba a cuestionar la pertinencia de lo que se me enseñaba, dadas mis experiencias en el trabajo, lo asociaba con un futuro cargo de instructor y encontraba que no me servía de nada, como realmente ocurrió cuando fui destinado al Grupo de Instrucción Los Andes. En ese destino y al igual que en mi paso por la Escuela de Carabineros, lo más importante era la “instrucción a pie” y “la equitación”: formaciones, marchas y más marchas. Yo pensaba que todo eso era muy importante y me esforzaba para que mi sección fuese la mejor, pero ya me preguntaba qué aplicación práctica tendría para esos alumnos en su futuro trabajo como policías y no tenía respuesta.

También en ese curso comencé a cuestionar la calidad de profesor del oficial que me hacía clases, así como la pertinencia de su ramo, y posteriormente la de muchos oficiales que hacían clases en los grupos de instrucción, Escuela de Suboficiales, Escuela de Carabineros y academia, como ahora se le denomina -lugares en los que estuve designado- y finalmente en lo que ahora se denomina “Dirección de Educación”.

Como los oficiales que hacen clases reciben una remuneración adicional, es muy entendible que todos deseen mejorar sus ingresos, siendo nombrados profesores. Pero el sistema no comprueba si ese oficial está capacitado para ejercer como profesor. Citaré mi caso: en la Escuela de Suboficiales se me comunicó que había sido nombrado profesor de criminalística y nunca la institución me había enseñado nada de eso. Esa realidad ahorra comentarios sobre la calidad de nuestra educación.

Para mayor comprensión del proceso enseñanza-aprendizaje de Carabineros citaré algunos hechos que me correspondió vivir recién egresado, con el título de subteniente. Guardia y turnos, no sabía en qué consistían y durante seis meses debí acompañar a otro oficial con experiencia para aprender la rutina. Si él la hacía mal, yo también aprendería mal. Se me ordenó confeccionar la estadística de la delincuencia, pero no conocía los formularios ni sabía para qué servía aquello. Por orden judicial allané el domicilio y aprehendí a un individuo que supuestamente robaba quillay y tenía un saco repleto de su corteza, pero estimé no necesario remitir el saco al tribunal, en circunstancias que era el medio de prueba, por lo que quedó en libertad. Creo que con estos ejemplos queda clara la calidad de la enseñanza de Carabineros.

Hechos de reciente ocurrencia, como el caso del sargento que durante disturbios nocturnos disparó y dio muerte a un joven con las consecuencias ya muy conocidas, ameritan indagar sobre la preparación que recibió para enfrentar situaciones de ese tipo y también respecto del entrenamiento que tuvo quien estaba al mando de esa fuerza. Si se indaga, se comprobará que ninguno la recibió y que cada cual actuó desde su particular punto de vista tal como ocurría en mi época.

En contraste con lo anterior, cito el caso de un policía norteamericano que detuvo a un sospechoso negro que resultó ser académico de la Universidad de Harvard. Como el hecho trascendió -pues inicialmente se acusó al policía de conductas discriminatorias por razones raciales-, el Presidente de los EE UU manifestó que el agente había actuado estúpidamente y el jefe de la policía replicó que lo había hecho conforme al manual de procedimientos. Al final, el Presidente debió retractarse. Allá, ellos tienen otro nivel de educación y preparación. En cambio, en Chile un parlamentario se quejó por haber sido denunciado por exceso de velocidad y el mando sancionó al carabinero que lo multó. Sólo por la presión pública ese castigo se dejó sin efecto. Por consiguiente: ¿somos profesionales u obsecuentes con el más poderoso?

Todo esto se acentúa porque quienes ingresamos a carabineros procedemos de la enseñanza pública, que no es tanto mejor que la enseñanza que se imparte en la institución. Durante más de seis años se me “enseñó inglés” y egresé de la educación media sin entender ni hablar una palabra. En los otros ramos todo era memoria y nada de análisis, solamente las verdades del profesor. Y eso ha cambiado muy poco, salvo para quienes pueden financiar un colegio particular de calidad y que naturalmente no postularán a Carabineros.

En la actualidad ya nadie con una mediana educación duda que el punto de partida para el desarrollo personal, organizacional y del país, será una educación de excelencia, sin embargo, es lo que más hemos descuidado. Por lo demás, mientras no exista una enseñanza de excelencia al alcance de todos y en especial de los sectores más vulnerables, la delincuencia que tanto preocupa en estos momentos no disminuirá. Al contrario, aumentará.

AUSENCIA DE DOCTRINA

Una organización pública o privada, con y sin fines de lucro, necesita una gerencia profesional para cumplir su finalidad, es decir, una administración que haya sido preparada para su cometido. Si no tiene esa gerencia profesional, lo más probable es que fracasará y desaparecerá, salvo que sea estatal, pero su marcha será deficiente y recibirá muchas críticas y algunos de sus miembros severos castigos o incluso la cárcel, como ocurrió en el caso del sargento ya mencionado, en circunstancias que ellos no tienen ninguna posibilidad de cambiar el sistema ni son los responsables de haber recibido una deficiente calificación.

Quien en Carabineros desee ser un verdadero profesional deberá lograrlo como autodidacta, proceso que en mi caso resultó muy largo y difícil, puesto que se debe empezar a definir qué es lo que se quiere y después buscar lo apropiado para lograrlo. La teoría me resultó muy interesante, pero llegar a ser capaz de aplicarla en mis actividades resultó muy difícil y lento. Recién ahora, después de 23 años en retiro y por persistir en mi intento y realizar una actividad productiva, lo he logrado. No es mi intención descalificar a personas, sino contribuir a que la sociedad tome conciencia de que si los Carabineros actuamos mal, no es porque lo pretendamos, sino que es la consecuencia de una pésima preparación y una peor conducción de nuestros jefes, pues no han sido preparados para ser líderes verdaderos, capaces de mejorar la eficacia de sus colaboradores.

En Carabineros faltan las grandes definiciones y lineamientos que debe dictar el Alto Mando para señalar a todos sus integrantes hacia dónde deben ir. Como no existen, la marcha es por inercia. El Alto Mando hace intentos, pero como no está preparado, producen mayor confusión y escepticismo, tal como lo pude apreciar con su reciente manual de doctrina, que no es tal. Según la definición de Kenneth R. Andrew:

“Doctrina es la expresión sobre qué es lo que quiere hacer la organización, qué es lo que quiere alcanzar y las acciones que intenta emplear.

La gente se motiva para actuar mediante la expresión de ideas y símbolos. La expresión de la doctrina en forma clara, consistente, segura y repetida con frecuencia, puede formar un consenso sobre los objetivos comunes entre los miembros.

En consecuencia, la elaboración, expresión y manejo de la doctrina es una responsabilidad importante en aquellos que tienen en sus manos el liderazgo. Es una fase en la que debe invertirse tiempo, pensamiento y esfuerzo y que, sin embargo, a veces se descuida. El descuido en el establecimiento de la doctrina dará por resultado la carencia de un grupo común de propósitos, una imagen ambigua y una conducta oportunista debido a que su sentido de propósito es oscuro”.

Aun recuerdo cuando un coronel que se distinguía por su seriedad y siendo yo recién capitán me dijo: “¿Qué doctrina? Carabineros no tiene doctrina”.

LA CRÍTICA, SINÓNIMO DE OFENSA

La cultura de mi institución rechaza severamente la crítica, se considera muy grave formularla y ante ella siempre el mando se sentirá ofendido. Pero, sin la crítica, ¿es posible mejorar? Creo que no, por consiguiente debemos ser más humildes, reconocer que nos equivocamos y escucharla. Si es razonable, cambiemos, y si no lo es, demostrémosle al crítico que está equivocado. En cambio, con la actual actitud sólo estamos liquidando la creatividad, participación y compromiso con la misión de todos los integrantes de la institución y, lo que es peor, su evolución.

Tomando la definición de Andrew, analizaré el cargo de director de la Escuela de Carabineros: 1) “Qué quiere hacer”: lo lógico, formar a los futuros subtenientes; 2) “qué es lo que quiere alcanzar”: lo obvio, que los subtenientes puedan realizar sin error las tareas que corresponderán a su grado (entre las que pudo estar la de comandar al sargento ya señalado); 3) “Las acciones que intenta emplear”: Enseñar la teoría necesaria junto con la práctica respectiva para que el alumno logre realizar todas las tareas de su grado con absoluta seguridad y corrección. Además, debería hacer un seguimiento de los egresados que le permita obtener la información necesaria para evaluar todo el proceso. Como esto no se hace, ocurre lo que he relatado y no me cabe la menor duda que se continuará repitiendo.

Dadas las características culturales de la organización, será imposible el cambio, salvo que sea introducido desde fuera. Por consiguiente, le corresponde a la sociedad a través de sus representantes, que son las autoridades del Ministerio del cual depende Carabineros, tomar la palabra, pues equivale a su directorio.